De socas nos pés

Dos Países Baixos para o mundo...

Para reflectir

Hoje no El País, vale a pena ler até ao fim....


Desaliento general
Los analistas buscan las primeras razones de esta amplia onda Cavaco en el desaliento general, que ha provocado una profunda crisis que en sólo cuatro años ha doblado las cifras de paro y ha multiplicado las desigualdades. Sólo hay que pasear un rato por Lisboa u Oporto para ver el reflejo de esos números. Lisboa ofrece un explícito espectáculo de contrastes. Miles de coches de lujo, los centros comerciales con calles y avenidas llenos de artículos a precios dignos de Nueva York y las colas para adquirir la TV por cable (que es más cara que en España) conviven con los mendigos que pueblan la avenida de la Libertad y la plaza de la Alegría, los yonquis (Portugal encabeza el consumo de heroína de la UE) que guindan los móviles a los turistas en la Baixa al atardecer y los inmigrantes africanos que pasean por la plaza del Rossío en actitud de paro irremediable (la tasa de desempleo, que en 2001 era del 4,1%, es ahora del 7,5%).

El diario Público informaba hace unos días que, mientras las ventas de coches sólo crecieron un 3% en 2005, los aumentos en el segmento de la gama alta no bajan desde el año 2000 de las cifras de dos dígitos, y en algunos casos llegan al 50%. "Un comportamiento excepcional", según la asociación de empresas del ramo.

Pero hay más; según el último Eurostat, Portugal es el país más desigual de la UE. En 2003, la comparación entre la renta acumulada por el 20% más rico y el 20% más pobre daba una ratio de 7,4, es decir: los más pudientes ingresaron 7,4 veces más que los más necesitados. La cifra es idéntica a la de 1995, cuando acabó la década del Gobierno Cavaco. Hoy, en las cien mayores fortunas de Portugal se mezclan las históricas familias lisboetas, asociadas a la época salazarista (Champalimaud, Espírito Santo, Mello, Monteiro de Barros o Queiroz Pereira), con las nuevas fortunas surgidas tras la Revolución de Abril, entre las que destacan los empresarios norteños Belmiro de Acevedo y Américo Amorim. Entre unos y otros tienen 22.500 millones de euros, es decir, el 17,6% de la riqueza nacional.

Pero si el viajero sale de los centros urbanos, deja atrás los campos de golf y recorre las periferias o el interior rural del país, la cosa cambia.

Ahí el dinero es como si no existiera. La barriada gitana de São João de Deus en Oporto recuerda más a la favela de Río que a las afueras de cualquier ciudad europea. Y en el deprimido y bellísimo campo, al que, eso sí, se llega por espléndidas autopistas de peaje (de la era de Cavaco en el Gobierno), miles de hombres se siguen viendo obligados a emigrar a los núcleos urbanos o a la vecina España.

La economista Teodora Cardoso no cree que fueran un error aquellas inversiones en infraestructuras, pero sí que lo que caracterizó al Gobierno de Cavaco fue "la miopía y la falta absoluta de una visión estratégica" para el futuro. "No reformó la Administración pública; subordinó sus decisiones económicas a los ciclos electorales e hizo políticas profundamente conservadoras en empleo; burocráticas en materia de constitución y disolución de empresas, confusas en materia de ambiente y ordenamiento del territorio, ineficaces en la formación profesional y la regulación de la actividad económica, y prácticamente inexistentes en materia de competencia".

El escritor y novelista Pedro Rosa Mendes cree que "Portugal está pagando todavía el precio; aquella generación, que vivió un enorme desarrollo económico, no supo acompañarlo del desarrollo cultural y educativo. Y así estamos: ahora mucha gente tiene más en los bolsillos que en la cabeza, y somos dos países en uno".

Por un lado, dice, está el olvidado interior del Alentejo o Beira; por otro, el país más rico pero artificial del litoral: Lisboa, Oporto, Leiría, Setúbal, Coimbra... "La agricultura y la pesca no existen casi, la industria es cada vez más flaca y el país vive de una riqueza no producida. No hay que dejarse engañar por el dinero de Lisboa, los coches, la ropa, los condominios de lujo, los viajes... ¡Todo eso es a crédito! Somos un país que debe, luego existe. Que gasta y sueña a crédito. Es absurdo y algún día estallará. ¡Cada día nos parecemos más a Argentina!".

Rui Cardoso, uno de los autores del programa satírico de televisión Contrainformaçao, piensa que el único camino que queda es ponerse a trabajar: "Ya sé que es un discurso un poco salazarista, pero es que trabajamos poco. Preferimos hacer agujeros en el calendario para ver cuándo nos vamos de vacaciones a Brasil y así volver bronceados para parecernos a los otros; o si no, comprarnos un coche para parecer ricos. Y si tenemos que endeudarnos, nos endeudamos; o, mejor aún, damos cheques sin fondos".

Delirios de grandeza
Así y todo, en 2004, 925.000 portugueses mayores de 15 años se fueron en avión de vacaciones; mientras, dos millones de personas subsisten con menos de 350 euros al mes.

"Los portugueses tenemos a veces delirios de grandeza y damos pasos más grandes que las piernas", dice Arminda Ferreira de Sousa Silva, empleada doméstica en Lisboa. "Mi vecina, por ejemplo, pidió un crédito al banco para irse a Brasil porque otra vecina se había ido antes a Punta Cana".

Ferreira, de 58 años, no se queja de su suerte aunque hace 20 puso en casa un negocio de estética que tuvo que cerrar porque necesitaba máquinas y no pudo reunir el dinero suficiente. "Me hice canguro de niños y después empleada de hogar. No estoy mal. No quiero lujos, no voy a la peluquería, pero me gusta ir limpinha [aseada] y me defiendo, pago los gastos y el alquiler, que nos cuesta 100 euros, y si hay que comer judías, judías, y si pasta, pasta".

Arminda Ferreira piensa votar a Cavaco, "esperando que no sea para mal" y confiando en que ayude a superar el parón que sufre la economía desde 2002. Las últimas previsiones apuntan a un crecimiento del PIB del 0,3% en 2005 y de menos del 1% en 2006. Pero hay otras señales de crisis (y no sólo económica): el descenso del puesto 26º al 27º en la lista de desarrollo humano de la ONU, la peor tasa de abandono escolar de la UE, el mayor índice europeo de pobreza persistente y uno de los mayores porcentajes europeos de niños pobres, sólo por detrás de Irlanda e Italia.

A eso hay que añadir factores menos tangibles que colaboran a la decepción colectiva; lo que Pedro Rosa Mendes llama la "pérdida de soberanía y dignidad", o "el fracaso del proyecto nacional en asuntos tan graves como la Defensa, vergonzantemente subordinada a Estados Unidos, o la economía, que mira cómo España acentúa nuestra condición dependiente y periférica al ponerse a la altura del G-8".

Visto el panorama, parece sensato pensar que un hombre solo no puede hacer gran cosa. ¿Cómo se explica, pues, que el país parezca ansioso por llevar un economista a Belém para cinco años, "o probablemente diez", como sugiere la comentarista Teresa de Sousa?

Según Rui Cardoso, "el discurso simple de Cavaco, que parece hecho para empleados de banca, ese portugués vago como de programa informático, esa jerga Excel de empresario, cala en el país porque el país necesita cíclicamente oír cosas así".

Ahí está Cavaco, llegando a Figueira da Foz. Levanta los pulgares y hace el signo de la victoria. Una y otra vez. Sonríe sin parar y habla poco, entrega una octavilla de cartón con su mensaje de esperanza y unidad. Hace el signo de la victoria. Arturo Mendes, de 72 años, oficial retirado del Ejército que pasó seis años en Angola y cuatro en la India y que cobra una pensión de 2.000 euros, ha ido a verle. Y dice que va a votarle porque es "el más inteligente, el que más pruebas ha dado de capacidad; estamos a la deriva y es la persona indicada. Dinamizará el país y creará consensos entre oposición y Gobierno".

La misma pasión exhiben Elisabete Oliveira, de 22 años, estudiante de último curso de psicología, y Diana Duarte, que a la misma edad ha terminado periodismo. Oliveira milita en el PSD y cree que Cavaco dará "confianza, seguridad y credibilidad".

Hay gente que nunca ha votado al PSD que piensa votar a Cavaco. Por ejemplo, Eurico Silva, un ex profesor de 64 años que lleva siete jubilado y también cobra 2.000 euros. "Tiene una noción del Estado muy fuerte, pero no es un liberal ni un neoliberal; tiene el perfil que necesitamos en este momento".

Un halo de confianza
Acompañado por su hija Patricia y por su mandataria de juventud, la fadista Katya Guerrero ("el profesor es la referencia de esfuerzo y liderazgo, seriedad y espíritu emprendedor", dice), Cavaco Silva desprende un halo de confianza que parece contagiarse o suscitar sospechas: es un político, o un antipolítico, de filias y fobias. Según el editor Carlos da Veiga Ferreira, que apoya en público a Soares, lo que ha hecho durante la campaña "es cantar la canción del bandido, eso que se les canta a las chicas cuando uno quiere ligar". Es decir: "Ahora puede parecer otra cosa, pero lo que nadie recuerda es que él y otros economistas se opusieron a la plena integración en Europa; y que en todo lo que no fue cemento y carreteras su gestión fue horrible, arrogante y distante del pueblo y la opinión pública".

"Cavaco ganará como consecuencia lógica de que la izquierda ha hecho todo lo posible para que lo haga", dice Rui Cardoso. "Va a ganar", coincide Pedro Rosa Mendes, nacido en 1968. "Pero me temo que será víctima de su propio sebastianismo. Los milagros sólo suceden si hay ganas y coraje, y nosotros no tenemos coraje".

La historia del rey luso Sebastián narra cómo su pueblo esperó inútilmente el regreso del gallardo soldado que, desaparecido en combate en Alcazarquivir (Marruecos) en 1578, debía salvar a la patria. Es la metáfora más querida por los portugueses, afirma Rosa Mendes. "La grandeza de la victoria de Cavaco", añade, "sólo dará la medida de la amargura nacional. Siempre creemos colectivamente en lo que colectivamente sabemos que no debemos creer. Pero nuestra crisis es tan profunda que no hay Sebastián que nos salve".

Por eso, según Rui Cardoso, la imagen que define mejor Portugal es la de aquel turista que salió indignado en televisión protestando porque nadie le había advertido de que habría un huracán en México. "¡Decía que había invertido todo su dinero en ese viaje, pero el tío ni siquiera miró qué tiempo iba a hacer!".
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